Empezamos la ruta en el aparcamiento de Mezkia, que muchos conocen como el "parking de los alemanes" por su cercanía al embalse de Iturbeltz, también conocido como “la balsa de los alemanes”. Y es que en los años 60, cuando se hacían prospecciones petrolíferas por aquí (sí, buscaron petróleo en Entzia), se construyó este embalse para abastecer de agua a las máquinas. Al final no hubo petróleo, pero el embalse ahí quedó, y la verdad, es un lugar ideal para empezar a caminar.
Desde el parking, en nada llegamos al embalse, a unos 300 metros. Es un rincón tranquilo, rodeado de árboles y con unas vistas preciosas. Cruzamos un puentecito en la cabecera del embalse y empezamos a subir por un sendero que va junto a la regata Iturbeltz. Cuando la regata gira hacia el noreste, nosotros tomamos un desvío por un camino que atraviesa un hayedo espectacular y zonas con formaciones kársticas. Aquí conviene tener el GPS a mano, porque los caminos se cruzan bastante. Eso sí, es todo muy llevadero y merece muchísimo la pena. De vez en cuando hay que sortear alguna haya caída, pero el bosque tiene un aire tan mágico que te olvidas de todo.
Nuestro primer destino es la cima de Lazkueta SW (también llmada Azkueta), que con sus 1.095 metros es una cima secundaria del monte Lazkueta. Aunque no es la más alta, tiene su encanto. En la cima hay una estela con una cruz inscrita en un círculo (parece una cruz celta) y un buzón montañero. En uno de sus lados aparece la cruz celta, y en el reverso, un lauburu grabado, símbolo tradicional de la cultura vasca. Paramos un rato a descansar. Desde aquí se ve la Sierra de Lokiz y la cima de Murube, que ya marca el sur de Entzia. El hayedo tapa un poco las vistas, pero hay algunos claros que permiten asomarse
Seguimos hacia la cima principal de Lazkueta, que llega a los 1.223 metros. No hay una senda clara, pero el terreno es fácil. Poco antes de la cima pasamos por una zona rocosa, muy del estilo kárstico. Con cuidado subimos entre las rocas y al llegar arriba nos encontramos con un cairn y un buzón, aunque no están en el mismo punto. Es la cima más alta del interior de Entzia, aunque no se ve nada porque está metida en pleno hayedo.
Nos hizo gracia descubrir que hay un camino marcado con hitos que sube de forma mucho más directa y sencilla. Nos reímos un poco, pero también agradecimos la pequeña aventura que supuso nuestro ascenso. Por ese sendero señalizado bajamos sin problema, siguiendo los cairns que alguien se ha currado mucho (¡gracias!).
El sendero nos lleva al famoso Laberinto de Arno, un sitio mágico con formaciones rocosas que tienen nombre propio, como Los Enamorados o el Arco de Zalanportillo. Es como un mundo escondido donde el tiempo se detiene. Nos quedamos un buen rato explorando y sacando fotos, especialmente del arco, que es una pasada. Sin duda, uno de los puntos top de la ruta.
Desde allí decidimos acercarnos a ver una roca con forma de elefante que está a unos 300 metros. Primero vamos hacia el Puerto de Bikuña (o San Román), donde enlazamos con el GR que bordea los cortados de la sierra. Al poco rato llegamos a la famosa roca. Le saco fotos desde todos los ángulos y, de paso, me acerco al cortado para disfrutar de las vistas de la Llanada Alavesa. En esta época, los campos verdes de cereal contrastan con los amarillos de la colza. Un espectáculo.
Regresamos al laberinto de Arno y desde allí tomamos otro sendero que, bajando entre otro hayedo impresionante, nos lleva hasta la cueva de Iguaran. El desvío está bien marcado con una piedra pintada de rojo. En nada estamos en la cueva, que se encuentra en un entorno de cuento. Elegimos este rincón para almorzar tranquilos.
Con la tripa contenta, volvemos al camino y lo seguimos hasta la regata Legaire. Aquí se abren los pastos y la regata serpentea entre ellos. Vamos a ver el menhir de Legaire 5 Sur, famoso porque dicen que parece una cabeza humana. Y sí, con un poco de imaginación se le ve la melena, el ojo, la nariz aguileña, la boca y hasta la barbilla.
Seguimos remontando la regata, dejándola a nuestra derecha, hasta llegar al paraje de Igorita. Antes de llegar nos desviamos por el bosque en busca del llamado “Laberinto de Puppy”, que debe su nombre a una roca que recuerda al perrito de flores del Guggenheim. Cruzamos la erreka, pasamos una alambrada y entramos en el pequeño laberinto. No es tan impresionante como el de Arno, pero tiene su encanto.
Salimos del bosque y tomamos la pista principal, el Camino de Legaire, hasta llegar al aparcamiento de Igorita. Aquí volvemos a vadear la erreka. Más adelante la pista se acerca a la carretera que va a Opakua, pero antes de llegar nos desviamos otra vez para meternos en el espectacular hayedo de Los Pocicos. Cruzamos otra alambrada y nos adentramos campo a través entre hayas majestuosas. De pronto, encontramos una losa megalítica apoyada en tres piedras. Por lo visto, es un falso dolmen, una piedra que estaba lista para ser usada en algún dolmen que nunca se llegó a construir. Curioso.
Salimos del hayedo y poco después enlazamos con la carretera en el aparcamiento de Urkibi. Caminamos un tramo por asfalto hasta llegar a Itaida, otra zona preciosa llena de monumentos megalíticos. Pasado Itaida hay que estar atentos para coger un desvío que nos lleva al último laberinto del día: el de Katarri. Personalmente, fue el que más me gustó. Está lleno de formaciones, pasadizos y rincones que parecen sacados de un cuento. Una joya para perderse y disfrutar sin prisas.
Después de flipar un rato en Katarri, volvemos al punto de partida, el parking de Mezkia, atravesando los parajes de Argaiztu e Iturbeltz. Otro buen chute de bosque antes de acabar la ruta.
La verdad, esta ruta me ha parecido una maravilla. Tiene de todo: hayedos, rocas con formas curiosas, terreno kárstico, campas, errekas, meandros, restos megalíticos y belleza por todas partes. Una de esas rutas que se quedan grabadas.
Track de la ruta:




































































































































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