Montes de Iturrieta
Los Montes de Iturrieta se erigen al norte del valle de Arana y al sur de la Llanada Alavesa, formando, junto con los Montes de Vitoria y Entzia, una continuidad geográfica que se extiende desde el río Zadorra hasta Urbasa, en Navarra. El nombre proviene del despoblado de Iturrieta, ubicado en la meseta interior de estas montañas, siendo el más alto de Álava a 972 metros de altitud. Se trata de un despoblado, que aparece en documentación de 1563, año en el que se quedó sin habitantes, pasando su ermita a depender de las localidades cercanas. Durante la Segunda República, se instaló una granja para la mejora del cultivo de la patata y en 1946 se iniciaron las obras de construcción de una nueva ermita y en los años 80, se instaló el Monumento al patatero.
La Senda de los Frailes desde Egileor
Desde el pequeño pueblo de Egileor, situado en la llanada alavesa y al pie de los Montes de Iturrieta, se inicia una ruta que combina naturaleza y leyenda: la Senda de los Frailes. Este sendero debe su nombre a los frailes claretianos que solían recorrerlo. En Agurain, existe un convento de frailes claretianos desde hace más de cien años. En las décadas de 1920 y 1930, el convento albergaba a más de 80 frailes, aunque hoy en día solo quedan tres o cuatro.
La ruta comienza en un pequeño aparcamiento a la entrada del pueblo, desde donde nos dirigimos hacia el monte. Avanzamos un buen trecho por una pista parcelaria que tiene prohibido el acceso a vehículos, excepto los autorizados. Caminamos entre campos de cereales, observando los cortados calizos de la cresta que recorreremos. En la cresta destaca un pequeño claro donde la roca caliza blanquea, identificable como las cotas de Katarri, Peña Redonda y Peña del Cura.
Tras caminar unos 900 metros, encontramos un desvío claro a nuestra izquierda. Tomamos este camino, que hoy ya no tiene ninguna indicación, y nos internamos en el bosque mientras ascendemos cómodamente. Después de pasar una pequeña regata, Lezago erreka, el camino se empina y atravesamos una pequeña puerta metálica. Más adelante, el sendero se une al camino que viene de Alangua y se integra en la Senda de los Frailes. En este punto, giramos a la derecha y continuamos ascendiendo, primero entre pinos altos y luego por un hayedo.
Apenas hemos subido unos 400 metros cuando nos topamos con un poste de señalización que nos indica el desvío a la izquierda hacia Peña Hueca y Larre Eder o por la derecha hacia la cueva de Lezao. Primero nos dirigimos a la cueva. Son unos 10 minutos de recorrido, aunque los más rápidos seguro que lo hacen en la mitad de tiempo. Llegamos a la cueva y surgencia de Lezao, donde, según la mitología local, habitaba Amilamia, un huidizo genio femenino de gran belleza y cabellos de oro, conocido por su caridad hacia los pobres y su poder de sacar harina de un cedazo vacío.
Además, la cueva de Lezao y el dolmen de Sorginetxe están unidos por leyendas. Se dice que el dolmen fue construido por las brujas de la sierra de Entzia, que movieron fácilmente las piedras de toneladas de peso que forman el monumento megalítico desde la cueva de Lezao hasta el lugar donde se encuentra el dolmen. Estas brujas, con su gran poder, trasladaron las piedras a lo largo de 2,7 kilómetros en línea recta.
Vista la entrada de la cueva, regresamos hasta el poste de señalización y tomamos el otro camino que se dirige hacia Peña Hueca. En diez minutos llegamos a Peña Hueca, una gran roca que descansa sobre otra más pequeña, formando un túnel en su interior donde se pueden encontrar dos cruces talladas, conocidas por los vecinos mayores desde su niñez. Este lugar también alberga una repisa natural de piedra que servía como comedero para el ganado en los años 40 y 50.
Tras pasar por este emblemático paso, nos dirigimos en suave ascenso hacia el Portillo de Larredez. Por el camino, observamos algunos vestigios de las figuras mitológicas que hasta hace poco embellecían la ruta y la hacían más amena. Alcanzamos la cresta del monte por el llamado Portillo de Larredez. Desde este punto, seguimos un tramo de cresta caminando junto a los cortados hasta llegar a la cima de Larredez, o mejor dicho, de Larre Eder, que significa "Pradera Hermosa".
En la cima, encontramos un par de buzones, uno de ellos colocado por Aitor Gorospe, retomando el nombre original de Larre Eder, y un vértice geodésico llamado "Atxuri". Continuamos por la cresta, un espectáculo visual impresionante. Pasamos por algunas cotas con toponimia propia como Katarri, Peña Redonda y Peña del Cura, hasta alcanzar el puerto de San Juan. Las vistas, en un día despejado, son extraordinarias. Al norte, la llanada alavesa se extiende a nuestros pies con una paleta de colores verdes, y al sur, la meseta de los Montes de Iturrieta con los pueblos de Roitegui/Erroitegi y Onraita/Erroeta rodeados de naturaleza. A lo lejos, montañas del Parque natural de Izki, la Peña del León Dormido, el perfil de la Sierra de Toloño...
El puerto de San Juan, situado a una altitud de 1.054 metros, es un testigo mudo de la historia que unía Agurain/Salvatierra y Egileor con los pueblos de la montaña. Este paso no solo facilitaba el tránsito de hombres y mercancías, sino que también estaba protegido por la ermita de San Juan, que se erigía como guardiana del lugar. Para conmemorar la relevancia de este paso, el Club Alpino Manu Yanke de Agurain colocó una cruz, símbolo de la importancia histórica del puerto. Además, en las cercanías se puede encontrar una piedra rectangular con una cruz grabada en dos de sus caras, recordando también la presencia de la ermita de San Juan. Desde el Puerto de San Juan, solo nos queda descender a través del hayedo sin pérdida hacia Egileor, donde daremos por finalizada la ruta.
La Senda de los Frailes: Un Legado de Aitor Gorospe
Aitor Gorospe, un vecino de Agurain con una profunda pasión por la naturaleza y la mitología vasca, es el artífice de la recuperación de la Senda de los Frailes. En 2016, mientras exploraba la zona de Lezao para inventariar fuentes, arbolado y fauna, se topó con una formación natural impresionante conocida como Peña Hueca. Este hallazgo, junto con los vestigios de antiguos caminos, despertó su curiosidad sobre la Senda de los Frailes, un antiguo sendero que conectaba Agurain y sus ergoienas (Alangua, Egileor, Arrizala) con la Sierra de Iturrieta, específicamente con la cima de Larredez.
El camino, antaño muy transitado, se encontraba en un estado lamentable: cerrado por la maleza y de difícil acceso. Aitor decidió embarcarse en la ardua labor de rehabilitarlo. El trabajo consistía en limpiar el sendero de zarzas, matorrales y árboles caídos; instalar carteles informativos y señalización; colocar un buzón montañero en la cima de Larredez; y decorar el camino con figuras mitológicas. Inspirado por las historias que los ancianos de las ergoienas le contaban sobre brujas, lamias y otros seres legendarios, Aitor dedicó incontables horas a fabricar figuras mitológicas utilizando, entre otros materiales, huesos de animales encontrados en el monte.
Cada figura, meticulosamente elaborada y estratégicamente colocada, convertía el paseo por la Senda de los Frailes en una experiencia única. Sin embargo, la popularidad de la ruta atrajo no solo a admiradores, sino también a un detractor local que comenzó a sabotear el trabajo de Aitor. A pesar de sus esfuerzos por reparar y reponer las figuras, la constante destrucción y la lucha con este vecino eventualmente le llevaron a desistir.
Hoy en día, quienes recorren la Senda de los Frailes no encontrarán las figuras que una vez embellecieron el camino. La ruta, aunque despojada de sus adornos mitológicos, sigue ofreciendo un paisaje natural impresionante y la oportunidad de reflexionar sobre el esfuerzo y la dedicación de Aitor Gorospe. Su historia es un testimonio del amor al arte y la naturaleza, y de cómo la pasión de un individuo puede transformar un simple sendero en un viaje lleno de historias y magia.
Los Montes de Iturrieta se erigen al norte del valle de Arana y al sur de la Llanada Alavesa, formando, junto con los Montes de Vitoria y Entzia, una continuidad geográfica que se extiende desde el río Zadorra hasta Urbasa, en Navarra. El nombre proviene del despoblado de Iturrieta, ubicado en la meseta interior de estas montañas, siendo el más alto de Álava a 972 metros de altitud. Se trata de un despoblado, que aparece en documentación de 1563, año en el que se quedó sin habitantes, pasando su ermita a depender de las localidades cercanas. Durante la Segunda República, se instaló una granja para la mejora del cultivo de la patata y en 1946 se iniciaron las obras de construcción de una nueva ermita y en los años 80, se instaló el Monumento al patatero.
La Senda de los Frailes desde Egileor
Desde el pequeño pueblo de Egileor, situado en la llanada alavesa y al pie de los Montes de Iturrieta, se inicia una ruta que combina naturaleza y leyenda: la Senda de los Frailes. Este sendero debe su nombre a los frailes claretianos que solían recorrerlo. En Agurain, existe un convento de frailes claretianos desde hace más de cien años. En las décadas de 1920 y 1930, el convento albergaba a más de 80 frailes, aunque hoy en día solo quedan tres o cuatro.
La ruta comienza en un pequeño aparcamiento a la entrada del pueblo, desde donde nos dirigimos hacia el monte. Avanzamos un buen trecho por una pista parcelaria que tiene prohibido el acceso a vehículos, excepto los autorizados. Caminamos entre campos de cereales, observando los cortados calizos de la cresta que recorreremos. En la cresta destaca un pequeño claro donde la roca caliza blanquea, identificable como las cotas de Katarri, Peña Redonda y Peña del Cura.
Tras caminar unos 900 metros, encontramos un desvío claro a nuestra izquierda. Tomamos este camino, que hoy ya no tiene ninguna indicación, y nos internamos en el bosque mientras ascendemos cómodamente. Después de pasar una pequeña regata, Lezago erreka, el camino se empina y atravesamos una pequeña puerta metálica. Más adelante, el sendero se une al camino que viene de Alangua y se integra en la Senda de los Frailes. En este punto, giramos a la derecha y continuamos ascendiendo, primero entre pinos altos y luego por un hayedo.
Apenas hemos subido unos 400 metros cuando nos topamos con un poste de señalización que nos indica el desvío a la izquierda hacia Peña Hueca y Larre Eder o por la derecha hacia la cueva de Lezao. Primero nos dirigimos a la cueva. Son unos 10 minutos de recorrido, aunque los más rápidos seguro que lo hacen en la mitad de tiempo. Llegamos a la cueva y surgencia de Lezao, donde, según la mitología local, habitaba Amilamia, un huidizo genio femenino de gran belleza y cabellos de oro, conocido por su caridad hacia los pobres y su poder de sacar harina de un cedazo vacío.
Además, la cueva de Lezao y el dolmen de Sorginetxe están unidos por leyendas. Se dice que el dolmen fue construido por las brujas de la sierra de Entzia, que movieron fácilmente las piedras de toneladas de peso que forman el monumento megalítico desde la cueva de Lezao hasta el lugar donde se encuentra el dolmen. Estas brujas, con su gran poder, trasladaron las piedras a lo largo de 2,7 kilómetros en línea recta.
Vista la entrada de la cueva, regresamos hasta el poste de señalización y tomamos el otro camino que se dirige hacia Peña Hueca. En diez minutos llegamos a Peña Hueca, una gran roca que descansa sobre otra más pequeña, formando un túnel en su interior donde se pueden encontrar dos cruces talladas, conocidas por los vecinos mayores desde su niñez. Este lugar también alberga una repisa natural de piedra que servía como comedero para el ganado en los años 40 y 50.
Tras pasar por este emblemático paso, nos dirigimos en suave ascenso hacia el Portillo de Larredez. Por el camino, observamos algunos vestigios de las figuras mitológicas que hasta hace poco embellecían la ruta y la hacían más amena. Alcanzamos la cresta del monte por el llamado Portillo de Larredez. Desde este punto, seguimos un tramo de cresta caminando junto a los cortados hasta llegar a la cima de Larredez, o mejor dicho, de Larre Eder, que significa "Pradera Hermosa".
En la cima, encontramos un par de buzones, uno de ellos colocado por Aitor Gorospe, retomando el nombre original de Larre Eder, y un vértice geodésico llamado "Atxuri". Continuamos por la cresta, un espectáculo visual impresionante. Pasamos por algunas cotas con toponimia propia como Katarri, Peña Redonda y Peña del Cura, hasta alcanzar el puerto de San Juan. Las vistas, en un día despejado, son extraordinarias. Al norte, la llanada alavesa se extiende a nuestros pies con una paleta de colores verdes, y al sur, la meseta de los Montes de Iturrieta con los pueblos de Roitegui/Erroitegi y Onraita/Erroeta rodeados de naturaleza. A lo lejos, montañas del Parque natural de Izki, la Peña del León Dormido, el perfil de la Sierra de Toloño...
El puerto de San Juan, situado a una altitud de 1.054 metros, es un testigo mudo de la historia que unía Agurain/Salvatierra y Egileor con los pueblos de la montaña. Este paso no solo facilitaba el tránsito de hombres y mercancías, sino que también estaba protegido por la ermita de San Juan, que se erigía como guardiana del lugar. Para conmemorar la relevancia de este paso, el Club Alpino Manu Yanke de Agurain colocó una cruz, símbolo de la importancia histórica del puerto. Además, en las cercanías se puede encontrar una piedra rectangular con una cruz grabada en dos de sus caras, recordando también la presencia de la ermita de San Juan. Desde el Puerto de San Juan, solo nos queda descender a través del hayedo sin pérdida hacia Egileor, donde daremos por finalizada la ruta.
La Senda de los Frailes: Un Legado de Aitor Gorospe
Aitor Gorospe, un vecino de Agurain con una profunda pasión por la naturaleza y la mitología vasca, es el artífice de la recuperación de la Senda de los Frailes. En 2016, mientras exploraba la zona de Lezao para inventariar fuentes, arbolado y fauna, se topó con una formación natural impresionante conocida como Peña Hueca. Este hallazgo, junto con los vestigios de antiguos caminos, despertó su curiosidad sobre la Senda de los Frailes, un antiguo sendero que conectaba Agurain y sus ergoienas (Alangua, Egileor, Arrizala) con la Sierra de Iturrieta, específicamente con la cima de Larredez.
El camino, antaño muy transitado, se encontraba en un estado lamentable: cerrado por la maleza y de difícil acceso. Aitor decidió embarcarse en la ardua labor de rehabilitarlo. El trabajo consistía en limpiar el sendero de zarzas, matorrales y árboles caídos; instalar carteles informativos y señalización; colocar un buzón montañero en la cima de Larredez; y decorar el camino con figuras mitológicas. Inspirado por las historias que los ancianos de las ergoienas le contaban sobre brujas, lamias y otros seres legendarios, Aitor dedicó incontables horas a fabricar figuras mitológicas utilizando, entre otros materiales, huesos de animales encontrados en el monte.
Cada figura, meticulosamente elaborada y estratégicamente colocada, convertía el paseo por la Senda de los Frailes en una experiencia única. Sin embargo, la popularidad de la ruta atrajo no solo a admiradores, sino también a un detractor local que comenzó a sabotear el trabajo de Aitor. A pesar de sus esfuerzos por reparar y reponer las figuras, la constante destrucción y la lucha con este vecino eventualmente le llevaron a desistir.
Hoy en día, quienes recorren la Senda de los Frailes no encontrarán las figuras que una vez embellecieron el camino. La ruta, aunque despojada de sus adornos mitológicos, sigue ofreciendo un paisaje natural impresionante y la oportunidad de reflexionar sobre el esfuerzo y la dedicación de Aitor Gorospe. Su historia es un testimonio del amor al arte y la naturaleza, y de cómo la pasión de un individuo puede transformar un simple sendero en un viaje lleno de historias y magia.
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