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martes, 31 de diciembre de 2024

Aralar: de la Cueva de Otsoita a las cimas de Arriolatz, Beloki y Txorrotxeta

Aralar: de la Cueva de Otsoita a las cimas de Arriolatz, Beloki y Txorrotxeta 

Track del recorrido:
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El 28 de diciembre, una treintena de amantes del monte nos reunimos en el aparcamiento de Albi (Km 12 de la carretera NA-7510), en plena Sierra de Aralar, para afrontar una ruta circular organizada por Julián Iborra del grupo Senderismo y Rutas. Una de esas rutas que lo tienen todo: una cueva para explorar, hayedos que parecen sacados de un cuento, parajes kársticos de película y ascensiones a cimas como Arriolatz, Beloki y Txorrotxeta. Todo en un ambiente gélido, pero lleno de buen rollo. 

A las 8:30 h estábamos todos en marcha, pertrechados con plumíferos, gorros y guantes, porque el termómetro marcaba bajo cero. La ruta comenzó descendiendo por la carretera hacia Baraibar, un tramo de 3,2 kilómetros que, aunque asfaltado, ya nos regaló la esencia de Aralar: campas de hierba heladas, pottokas pastando y hayedos desnudos enmarcados por un terreno kárstico impresionante.  
La poza de Zubarrieta estaba helada.  

Pasado el Km 9 de la carretera, unos 100 metros más adelante, dejamos el asfalto y enlazamos con el PR-NA 82 (identificado con sus marcas blancas y amarillas), nos internamos en un tramo lleno de encanto. Eso sí, ¡atentos al GPS! Porque aquí no hay poste de señalización ni nada que te avise de que estás en el camino correcto.. El sendero nos llevó, apenas quinientos metros más adelante, hasta el paraje de Otsoita, donde a nuestra izquierda se abría una pequeña dolina. Bajamos por su interior, cruzamos al otro extremo y, al salir nuevamente al nivel superior, nos topamos con la entrada de la Cueva de Otsoita. 

Esta cueva, pequeña pero llena de atractivo, tiene la particularidad de ser una galería con entrada y salida. No hace falta linterna, ya que el recorrido entre ambos extremos es breve, unos 50 metros en total, pero suficiente para añadirle un toque aventurero al día.  

Una vez fuera, retomamos el PR-NA 82 hacia la izquierda, caminando por un terreno que, aunque presentaba algo de barro, resultaba más que transitable. Este sendero comenzó a descender de forma suave, guiándonos hacia un nuevo encuentro con la pista de la GR-12, el conocido Sendero de Euskal Herria. 

Tras enlazar con la GR-12, tomamos el ancho camino hacia la izquierda. El sendero asciende de forma suave durante unos 700 metros, permitiéndonos disfrutar del entorno mientras calentábamos piernas. Eso sí, hay que estar atentos: nuestro desvío hacia la derecha aparece en una pequeña vaguada que, poco a poco, se abre en un precioso paisaje.  

Pronto nos encontramos en el paraje de Pastarri, un rincón que parece sacado de una postal. Aquí, el sendero nos guía hasta el aska de Pastarri, donde aprovechamos para hacer una breve parada.  

Aska de Pastarri  

Tras retomar la marcha, seguimos por el camino durante unos 500 metros más, hasta salir a la pista cementada que conecta Baraibar con Izarrita y Beluta. Giramos a la izquierda y comenzamos un nuevo ascenso. Al alcanzar la parte alta, a nuestra derecha, destaca la antena situada sobre la cima del monte Izarrita.  

Desde este punto, la vista se abre hacia los montes que marcan el inicio de las malloas, un espectáculo natural en toda regla. Entre ellos, ya distinguimos nuestro primer objetivo del día: Arriolatz.  

La pista nos llevó a través de las campas de Izurrita, donde sobresale la borda de Dendariene. Pasamos junto a ella y nos adentramos de nuevo en el bosque. Aquí comienza nuestra subida hacia Arriolatz por su cresta oriental, en un tramo que al principio resulta tranquilo y progresivo.  

Más adelante, llegamos al portillo de Beluta, marcado por un poste de señalización. Este punto es estratégico, ya que desde aquí se puede descender al pueblo de Errazkin. Nosotros, sin embargo, seguimos adelante. Cuando la cuesta empezó a empinarse, decidimos hacer una parada para almorzar.  

Desde lugar, las vistas son un auténtico lujo: el valle de Araitz se extiende a nuestros pies, y podemos distinguir con claridad los pequeños pueblos de Azkarate, Betelu, Errazkin, Azpirotz y Albiasu.  

Tras el almuerzo, el frío matutino quedó atrás. Empezamos a ascender por la cresta oriental de Arriolatz, un tramo más exigente, con senda difusa y terreno kárstico.  

Valle de Larraun.

Finalmente, alcanzamos la cima de Arriolatz (1176 m). No encontramos buzón, solo los restos de lo que parece haber sido uno. Eso sí, las vistas eran espectaculares: desde Beloki y la pradera de Etzantza a nuestra izquierda hasta el imponente Uarrain y Zubizelaigañe a nuestra derecha.  

El grupo al completo en la cima de Arriolatz.  

Tras la foto de grupo en la cima de Arriolatz, comenzamos el descenso hacia el collado de Mentoitz, situado entre Arriolatz y Uarrain. Para llegar allí, retrocedimos unos pocos metros y bajamos por una pequeña canal escalonada, de esas que, a pesar de su sencillez, añaden un toque aventurero a la ruta.  

Ya en el collado, notamos cierta dispersión en el grupo: algunos compañeros habían optado por descender por la cresta suroeste de Arriolatz hacia Etzantza. En principio, la idea era subir también a Zubizelaigañe, Alborta y Ttutturre, pero parecía que los planes habían cambiado. Nosotros también nos dirigimos hacia Etzantza para reagruparnos con el resto.

El descenso, suave y relajado, nos regaló un entorno espectacular: el imponente monte Beloki se alzaba frente a nosotros como una promesa, mientras que el rocoso Uarrain vigilaba a nuestra derecha. Al alcanzar el paraje de Arripilla, nos reunimos con los compañeros que terminaban de bajar por la cresta. Juntos, continuamos hasta la pradera de Etzantza, ahora vacía y silenciosa en pleno invierno, desprovista de los animales que suelen pastar en otras estaciones.  

Desde aquí, nos tocó ascender un tramo corto hasta enlazar con la pista que desciende desde Unaga al valle de Etzantza y que conecta más abajo con la carretera. Subimos con calma, inmersos en el entorno. Al alcanzar los rasos de Unaga, el paisaje volvió a dejar sin aliento. A nuestra derecha, la pirámide majestuosa de Ttutturre se alzaba junto al Alborta y la rocosa cima de Uarrain.  

A la izquierda, el monte Beloki, con su buzón visible desde la pista, nos llamaba a continuar.  

Los rasos de Etzantza y las bordas de Errazkin con el monte Arriolatz.  

Dividimos el grupo en este punto: unos pocos decidieron continuar directamente hacia el collado de Urdangone, mientras que otros, nosotros incluidos, optamos por subir a Beloki. La subida, aunque corta, no fue un regalo: 70 metros de desnivel con una pendiente media del 23 % nos hicieron sudar un poco, pero el esfuerzo valió la pena.  

Buzón de Beloki.  

En la cima de Beloki (1276 m), las vistas se extendían en todas direcciones. Las campas de Unaga, rodeadas de montes aún salpicados de neveros, nos recordaron lo imponente que puede ser este paisaje. A la izquierda, las cimas de Txorrotxeta, Txameni, Desaomendi y Errenaga parecían alinearse para darnos la bienvenida. A la derecha, el macizo de Irumugarrieta destacaba con su imponente presencia. Y al noroeste, con el horizonte despejado, pudimos divisar la zona de Malkorri, Pardarri y Ganbo.  

 Al sur, las vistas eran igualmente impresionantes: el monte Artxueta, con sus antenas, se recortaba en el cielo, mientras que a lo lejos, el monte Berian cerraba el panorama. Tras la foto cimera, cresteamos un poco hacia el oeste antes de iniciar el descenso hacia el collado de Urdangone.  

Al llegar al collado de Urdangone, nos dimos cuenta de que no había nadie esperándonos. Mirando hacia abajo, divisamos a parte del grupo que ya descendía hacia Buztinza, probablemente debido a otra modificación en la ruta. Finalmente, algunos de los compañeros que subieron al Beloki decidieron también descender hacia Bustinza, mientras que unos pocos de nosotros optamos por continuar con la ruta programada y dirigirnos al cercano monte Txorrotxeta. 

Desde el collado, la subida a Txorrotxeta es sencilla y agradable, con un sendero que serpentea por una ladera herbosa de pendiente moderada. Solo el último tramo se vuelve algo más empinado, pero nada que no se pueda disfrutar con calma. La cima de Txorrotxeta está coronada por una pequeña escultura metálica circular con un Lauburu en su interior.  

Vistas subiendo Txorrotxeta.  

Las vistas desde la cima seguían siendo impresionantes en todas direcciones, especialmente porque el día nos regaló un cielo totalmente despejado y unas panorámicas nítidas que parecían sacadas de una postal.  

Tras disfrutar del paisaje, decidimos descender hacia la borda de Bustinza. Lo hicimos sin senda definida, pero el terreno no presentó mayores complicaciones, salvo un breve tramo de rocas que requería algo más de precaución.  

Bustintza a la vista.  

Al llegar a Bustinza, nos reencontramos con el resto del grupo que ya estaba allí disfrutando de un merecido descanso. Aprovechamos para hacer una pausa, picar algo y dejarnos acariciar por el cálido sol de invierno. ¡Qué bien se estaba al solecito!  

Desde Bustinza retomamos el camino hacia Albi, siguiendo el sendero tradicional. Es un buen camino, aunque en algunos tramos encontramos algo de barro, lo cual no restó belleza al recorrido.  

El trayecto transcurre mayoritariamente por el bosque, con un tramo especialmente encantador: un estrecho pasillo calizo que es una auténtica delicia para la vista y que parecía transportarnos a otro mundo.  

Tras pasar por un par de bordas, Migelen Txabola primero y Josemariren Txabola poco después, finalmente llegamos al aparcamiento de Albi. Aquí dimos por concluida esta preciosa ruta.

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